Son sólo las primeras noches tristes. Hace demasiado calor,
pero quiero fiarme de las filósofas de los váteres.

Sé que debería hacer lo mismo en la vida real porque también creo que en ésta, la finalidad del juego es casi la misma, intentar compartir con los demás todo lo mejor de una misma de la manera más bonita posible; y la mayoría de las veces eso no lo consigo, pero lo peor es que tampoco sé cómo solucionarlo. Por eso a veces pienso que soy como una máquina, mi corazón funciona al enchufarlo a la corriente y para llamarme hay que escribir mi dirección electrónica completa. Soy el ejemplo adolescente del siglo XXI, una máquina sin pilas, un trozo de metal cuyos ojos son pantallas planas.